Columna de opinión
En la última década, la presencia de tecnologías digitales en la vida de niñas y niños se ha vuelto ubicua. Pese a las recomendaciones, las pantallas ya están acompañando procesos de juego y aprendizajes desde edades tempranas, y nuestro país aún no aborda estas realidades con la profundidad y contundencia que merecen.
Los riesgos son reales y crecientes: exposición a contenidos nocivos, ciberacoso, pérdida de privacidad, adicción al uso de dispositivos, abuso sexual infantil, entre muchos otros. También surgen nuevas amenazas como el uso malicioso de herramientas de inteligencia artificial que pueden facilitar el engaño, desinformación, y victimización de niños, niñas y adolescentes.